“Soy ateo, y no creo en milagros”.

En una antigua iglesia de la ciudad capital, llegó apresurado un señor de andar pausado, de blancos cabellos, con un veladora encendida entre sus manos temblorosas; una oración murmuraba entre sus labios al dejarla bajo los pies de Jesús de su devoción. Era tanta su contemplación que no pude evitar observarlo cómo sus manos arrugadas…
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11 marzo, 2020 0