Sabiondo
Autora: Violeta Arredondo
Era un día de primavera, donde los árboles están en flor, el canto de las aves y un cálido sol entra tímidamente en una habilitación. Sobre la tibia alfombra que cubre la sala de estar, hay un gato que poco a poco, llega a la cocina, dónde está la ancianita, que pronunció su nombre. ¡Por fin vienes, ya es hora de desayunar!
Doña Chonita, era su nombre, vivía únicamente con Simón. ¿Sabes quién me escribió? Le hablaba a su gato, mientras él solo ronronea, como diciendo «continúa». Me escribió Rosita, mi nieta ¿Te recuerdas de ella? Para bien esas orejas, te leeré el correo, dos cabezas piensan mejor que una. El mensaje dice:
«Querida abuelita Chonita: Ya no quiero ir a la escuela, la maestra no nos tiene paciencia, en algunas ocasiones nos grita y nos castiga. Dice que somos unos “burros”, que nunca aprenderemos. Abuelita, dime que hago. Me gusta estudiar, quiero aprender y ser mejor, pero… ¿Qué hago?. Tu nieta, Rosita».
Doña Chonita, se levanta tan rápido como pudo de su silla y, sin darse cuenta machuca al gato, que maulla con todas sus fuerzas. ¡Lo siento, Simón!. ¿A dónde va tan de prisa? Hace una llamada telefónica y regresa con su computadora portátil. El gato, ni se inmutó.
Simón, con la panza llena, empieza a jugar con el cargador de su computadora portátil, y doña Chonita, inicia a redactar el correo electrónico a su nieta:
Mi querida Rosita:
Gracias por contarme lo que te pasa. Tu maestra “nunca” debió utilizar esas palabras tan feas y menos castigarles. Esa época ya pasó. Te cuento, que cuando yo estudiaba en la escuelita, pasó algo similar. Aunque no lo creas, yo también tuve tu edad. Luego de llamar a Sabiondo, un amigo muy querido, quiso contarte su historia, la cual dice así:
“Rosita, aquí donde me vez soy un burro, pero “muuuy burro». Cuando llegué a clases, el perro, el gato, y otros amiguitos, ya estaban en sus escritorios y me senté al fondo de la clase. ¡Lo bueno, es que tenía más espacio para estirar mis patitas! Con mis largas orejas, la voz de la maestra se escuchaba fuerte y clara. Algunos compañeros no les gustaban mis “rebuznos” porque se oían en todos lados. ¡Estaba muy emocionado por estudiar! Lástima que todo cambió.
Con tristeza recuerdo que mi maestra, luego del primer mes comenzó a decir cosas como: “el burro por burro” se sentó de último, no ha de entregar tareas, nunca aprenderá nada y muchas cosas más.
En estos momentos, yo tampoco quería ir a estudiar. No comprendía por qué mi maestra, que tenía que ser un “ejemplo para mí, me trataba así… Una lágrima recorrió su mejilla. La verdad, es que nosotros “los burros” nos interesa aprender, “algunas veces” nos resistimos. Tengo tan presente las palabras amorosas de mi madre, que me decía «Sabiondo, tu eres muy valiente, llegas a zonas inaccesibles, eres inteligente, amistoso y aprendes rápido. Demuéstrate a ti mismo que a través del esfuerzo, el estudio, serás diferente. Demuéstrales a los demás, “que las apariencias engañan” y que nadie tiene derecho a “juzgarte” por lo que eres o de dónde vienes”. Todos merecemos respeto y ¡Nunca te des por vencido!
Todos los días, antes de entrar al salón de clases, respiraba profundo, recordaba las palabras de mi madre e ingresaba al salón. Te cuento que, al inicio, la maestra me trataba igual, pero con el paso de los días, las semanas y los meses, mi maestra, se dio cuenta que respondía todo lo que preguntaba, investigaba, leía mucho, practicaba una y otra vez… Recuerdo, llegar a casa con estrellitas pegadas en la frente y mi madre se alegraba tanto y decía emocionada ¡Sigue adelante, nunca te des por vencido! Ella se dio cuenta que «su burrito” era un “Sabiondo”.
Yo era el orgullo de la clase y de mi maestra. Ella, se disculpó por los malos momentos que he hizo pasar. Posterior, ella me motivaba para inscribirme en concursos «eran para inteligentes». Los participantes, no me tomaban en cuenta, los oía decir ¡es solo un burro!.¡Vean esas orejas!, ¡Ya es un perdedor!… Gracias a mi tenacidad, perseverancia, dedicación en el estudio gané muchos premios. ¡Qué tiempos tan alegres!
Por eso Rosita, nunca te des por vencida. Algunos estudiantes decían “Si el burro pudo, ¡yo también puedo!, ¡Nunca te des por vencida!»
¿Ya ves Rosita? Sé que estás pasando por un mal momento, conversa con tus padres, juntos encontrarán la solución. Di como decían los compañeros de Sabiondo ¡Si el burro pudo, tú también puedes seguir adelante!
Con amor, tu abuelita Chonita.
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