Pinocho ¿fue honesto?
Creo que una gran mayoría vimos y recordaremos la película de Pinocho. Esas películas clásicas de Walt Disney. En la cual nos relata la historia que un carpintería, vivía un hombre de avanzada edad, llamado Gepetto, quién vivía con Fígaro, su gato.
Una noche, finalizó su última obra maestra, una marioneta de madera, y se fue a dormir, pensando que sería muy alegra que se pudiera ser un «niño de verdad», ya que él, nunca tuvo hijos. El Hada Azul, escuchó su deseo y se lo cumplió, mientras ambos dormían.
El Hada Azul, mientras tocaba con su varita mágica a la marioneta y esta se despertaba, advirtió que para ser un «niño de verdad», debía demostrar que era generoso, obediente y sincero. Como era de madera y no tenía consciencia para discernir entre el bien y el mal, fue Pepito Grillo quien le ayudaría en esta labor, es decir, sería su consciencia.
Los días fueron pasando, Pinocho, asistía a la escuela y, en una de las idas se vio envuelto en una series malas aventuras, de mentiras y desobediencias, a pesar que Pepito Grillo, le advertía. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo. Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.
Luego de superado, este lucha por salir de la panza de la ballena, Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.
Este cuento, es una analogía de lo que no debemos hacer y, es mentir. Para Pinocho, fue incómodo decir la VERDAD, por ello, le crecía cada vez más y más, la nariz. Para él, era más «conveniente» decir una mentira.
Pinocho, sabía que tendría una represalia a la acción de no asistir a la escuela, sin embargo, no fue honesto. Cuando le preguntaban algo, no fue sincero con él mismo ni con los demás. Los únicos que se beneficiaron fueron los «amigos» deshonestos.
Al final, Pinocho aprendió que la honestidad, es comunicarse de forma sincera y directa sin falsificar información o manipular la verdad, fue cuando se «convirtió en un niño de verdad». En ese momento, ya fue digno de confianza, otros niños aprendieron de él, cumplió con sus obligaciones y seguramente Gepetto le asignó otras responsabilidades en su taller de carpintería.
Nosotros, no fuimos labrados artesanalmente en madera, somos de carne y hueso, tenemos una consciencia que nos indica si omitimos detalles, tergivesamos la información para nuestro beneficio, si somos dignos de confianza, si nuestra palabra es confiable.
Hay que considerar que decir la verdad, es hablar por hablar, no es eso. Es pensar lo que se dice antes de decirlo, con sinceridad e integridad; es hacerlo de una manera acertiva, sin dañar con nuestras palabras a los demás.
También la honestidad, es decir TODA la verad, y no una verdad a «medias» o tergivesada, para que nos beneficie a corto, mediano o largo plazo. Lo más importante, es CALLAR, cuando se tiene que hablar, esto también es falta de honestidad.
Seamos transparentes, asumiendo nuestra responsabilidad de nuestras decisiones. Eso dirá mucho más de nosotros mismos, que todo los títulos académicos que tengamos en nuestro currículum.
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