Para que no te sorprendan…
Confieso a viva voz que una de mis adicciones es la lectura. Gracias a mis padres, siempre tuve acceso a una lectura, ya sea de cuentos, chistes y, lectura avanzada para mi edad. Recuerdo muy bien, que mi papá me lleva libros un “poco elevados” para mi nivel de comprensión lectora.
Reconozco que él era un artista del dibujo y la pintura, admiraba la facilidad con que trazaba algo; yo, borraba, borraba, borraba y borraba. Es un proceso. Me decía “inténtelo, vuelva a intentarlo… hojas acá hay”. En algunas ocasiones, me llevaba fotocopias de libros de estudiantes de arquitectura o arquitectos, ¡apenas estaba en nivel primario!, ¿No creen que estaba muy avanzado para mí? Los libros que tengo muy presentes, son “Vida de grandes artistas”, “Guayacán”. Ambos son de letras pequeñas, sin ninguna imagen y el grosor del segundo, era impactante en aquellos tiempos.
De alguna forma, me enseñaron a leer de todo un poco. Leo libros de todos los grosores, colores, autores, con imágenes o sin ellas; ya que con cada palabra se va creando un mundo que el autor desea.
Sin embargo, hay libros que es indispensable “tomarse un poco más de tiempo” para analizarlos, sintetizarlos, extraer lo que necesitamos para tenerlo como referencia, parafrasear lo escrito por otros, comparar los datos que nos muestran con nuestro país. Investigar información actualizada de un tema específico e ir a una fuente directa, para contar con la veracidad de los hechos, datos o información.
Uno de mis sueños era ser docente universitaria, quería estar del otro lado, estar compartiendo un poco de lo que sé con los demás, facilitarles el camino y reducirles el tramo a donde todos tenemos llegar en la universidad, nuestra graduación. Sí, fue docente auxiliar. ¡Fue una experiencia maravillosa e inolvidable! Redacción, fue la cátedra que impartí.
Al inicio fueron 72 trabajos que tenía que revisar, se retiraron algunos y continuaron 66 estudiantes. Sí, era exigente. Porque mi meta, es y era que mis estudiantes entregarán los mejores trabajos en los siguientes semestres, que mi clase fuera una base, un cimiento para las otras y que ellos les enseñaran a sus otros compañeros.
Cuesta el inicio de un proceso. Como era de esperarse no todos tenían el hábito de leer, lo cual, afectaba su ortografía. Ellos “pensaban” que no leía sus trabajos. ¡Sorpresa!.
Habían trabajos dignos de ser leídos, otros los disfrutaba y esperaba el siguiente. Mis estudiantes, sabían que tenían que dar esa milla extra, ¡muchos la dieron!. Me recuerdo, que tomaba el tiempo de escribirles “mensajes o pensamientos motivacionales” a sus trabajos universitarios. ¿Cuántos docentes lo hacen? No sé.
Pasaron los años, mis estudiantes me han escrito “Licda. Por usted, le sentí gusto a lectura”, “¿Se recuerda los marcos que nos enseñó en clase?, ahora, yo sé los expliqué a mis compañeros, porque no entendían nada de lo que enseñó el Lic. en clase. A lo que los amigos le preguntaron, ¿vos, cómo sabes tanto de eso? Una Lic. que nos dio clase. -respondió.”
Entonces, la labor docente primero es valorar a los estudiantes que tenemos bajo nuestra responsabilidad, es creer que pueden hacer las cosas y quizás mucho mejor que nosotros, es ser creativos en el aula y ante todo; amar lo que se hace.
Por ello, si en el hogar no se cuenta con un libro, es indispensable que los docentes lo hagan desde sus primeros años, porque luego uno al leer un trabajo universitario no sabe si reír, llorar, disfrutar, admirar o…. debido uno no comprende cómo han aprobado los grados satisfactoriamente. Para que no te sorprendan cuando te devuelvan anteproyecto de tesis, primero aprende a leer. Lee y lee mucho.
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