Muñeca, con el ala rota

Muñeca, con el ala rota

13 enero, 2021 Arte y Cultura Cuentos Escritos varios 0

Autora: Violeta Arredondo

-¡Se salió, se salió!, ¿Cómo pude dejar la puerta abierta!, ¡Solo a mí me puedo pasar!, ¡No puede ser…!, esto y muchas cosas más decía en voz alta, Raquel.

Raquel, era solo una niña de unos 8 años de edad, con cabello rizado color rojizo, ojos color miel, vestía un pantaloncillo de lona, con gabacha y tirantes, tenis rojos y una playera blanca. 

Se venía muy acongojada, por lo estaba pasando.  Ahora, gritaba a todo pulmón ¡Muñeca, Muñeca!, ¿Dónde estás, Muñeca?  Mira, acá te tengo tu comida favorita.  Raquel, mete la mano dentro de la bolsa del pantalón, y saca un trozo de pan.  

Con el pan en la mano estaba, cuando llega su mamá para saber qué pasaba y porqué tanto grito.  ¿Qué pasa Raquel?   – ¡Mamá, Muñeca se fue!  Es mi culpa… dejé la puerta abierta, dijo entre sollozos la niña.

La mamá vio la jaula de Muñeca y estaba vacía, bueno, solo con los trastos con comida y agua que la Raquel, le había cambiado.

Ven Raquel, dijo la madre.    «Fue un error, que yo también pude cometer.  Las palomas, son para estar libres, y no estar encerradas.  Ellas necesitan extender sus alas, es su naturaleza.  Si amas a los animales igual que yo, debemos respetarlas, darles su espacio y hacer lo mejor por ellas.»

-Pero mamá, Muñeca estaba enferma.  Replicó Raquel.

-Raquel, ¿Te recuerdas lo que te dijo el veterinario?  Ella debía guardar reposo cierto tiempo y posterior, ya podía ser libre.  -Sí, mamá, lo recuerdo.  ¿Eso significa que ella, ya no volverá?

-Es probable, Raquel. Lo bueno, es que ella ya se sentía bien y necesitaba volar. Ahora, vamos a guardar la jaula, por si hubiera otra ave lastimada.  ¿Te parece?

Ambas, limpiaron y guardaron la jaula. 

Al siguiente día, en el crepúsculo de la mañana, sobre una de las ramas del frondoso árbol que había en su casa, a lo lejos se escucha

-Currucucú, curru cú, currucucú…

Raquel sale corriendo para ver, si era su Muñeca.   ¡Mamá, mamá!, acá esta Muñeca.  La niña, estaba muy emocionada y una sonrisa se dibuja en su rostro.

Ambas se reencontraron en el jardín y buscaron en el árbol para buscar al ave.  Allí estaba, Muñeca, con su dulce gorjeo y aleteo, como diciendo ¡Acá estoy!.

Raquel, ¿te das cuenta de algo «raro»?, pregunta la madre. ¿A qué te refieres con «raro»?, mamá, responde la niña.

-Bueno, diferente, inusual…

– ¿No comprendo, mamá?, dice Raquel.

– Muñeca, regresó para agradecerte lo que hiciste por ella.  Ella, no sé olvido de ti, de la casa donde vivió por unos días.  ¡Quién dijera, que una paloma diera las gracias!  Muñeca, estaba lastimada, la cuidaste, la protegiste del frío, le dabas comida y ante todo amor.   ¿Te recuerdas que, hasta le cantabas por las noches, siempre la saludaste y pusiste nombre? Los animales saben quién los quiere, por eso ella está acá.

Mientras la madre, conversaba con Raquel, el trino de Muñeca se escuchaba “-Currucucú, curru cú, currucucú…

Así pararon los días y semanas, Muñeca llegaba a la misma hora, se posaba en la misma rama, cantaba y cantaba.  Luego, de hacer su visita diaria, Muñeca se iba.

Raquel, se dio cuenta que un día ya no llegó.  ¿Qué fue de Muñeca?  Nadie lo sabe, quizás formó una familia, era hora de volar y crecer… Lo único que es cierto, es que Raquel nunca olvidó el estado en que llegó Muñeca a casa y la conexión que formaron. Hubo otras aves heridas que rescató, cuido y dejó en libertad, pero nunca existió otra Muñeca quien agradecería un acto de amor con su canto. 


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