La Tímida y Bella Pompón
Autora: Violeta Arredondo
En algún bosque de Guatemala, donde hay bastante vegetación, grandes árboles y el olor que evoca la naturaleza, es indescriptible; se podían escuchar diferentes sonidos, el crujir de las hojas secas cuando caía una rama o las pisadas de un animal.
A lo lejos, detrás de un matorral, fueron apareciendo unas largas orejas y unos grandes ojos veían a su alrededor. Al menor chasquido, se movía, era muy escurridizo. De un salto, entró a un agujero de un tronco, era su guarida.
Dentro de ella, estaba doña coneja con su delantal que vio como Bella Pompón entró tan presurosa que por poco se cae. – ¿Qué te pasa hija mía, le pregunta su madre? –Afuera, creo que algo me seguía, escuché como se arrastraba y quebraba las hojas del bosque, respondió la conejita.
Todavía no se había tranquilizado, cuando a lo lejos percibió el mismo ruido que alteró sus nervios. Alguien o algo tocó a la puerta de la madriguera. ¡Era su maestra, arrastrando un pizarrón!
Bella Pompón, al ver a su maestra, empezó a tartamudear, sus patitas le sudaban, pues era ella que hacía tremendo estruendo en el bosque. ¡Mi Bella Pompón, ¡Cómo has crecido!, ¡Mírate tu pelaje color miel, está muy esponjoso!, ¡Ya extrañaba ver esos grandes ojos cafés!, -dijo Dulce Algodón, al ver a su alumna. Mañana te espero en el claro del bosque, las clases van a continuar.
-A lo lejos, se escuchó una voz que decía: ¡Allí estará Bella, puntual como siempre! ¡Gracias maestra por venir! – Dijo doña coneja.
Al siguiente día, Dulce Algodón comienza la clase con su pizarrón. Todos los estudiantes estaban muy atentos y aplicados. La maestra pregunta, ¿todos entendieron o vuelvo a explicar? Un silencio sepulcral, ni un suspiro. Solo se escuchaba el viento que corría y el zumbido de una abeja. Al no tener respuesta, y que todo estaba tan claro como el agua del manantial, dejó la respectiva tarea.
En casa, Bella Pompón, se da cuenta que no comprende nada. Lee y relee. Su mente está en blanco. Ella no sabe qué hacer. Doña coneja, al verla tan angustiada le pregunta – ¿Qué te pasa? A lo cual la conejita responde – Mamá, no entiendo nada. La maestra preguntó si habíamos comprendido y todos nos quedamos callados. Por mi timidez, no pregunté y, se va poniendo roja como un tomate.
-Bueno, Bella. Tu madre también fue tímida, no me gustaba ser el centro de atención, siempre estaba pendiente del “qué dirán”, si alguien me preguntaba, yo quería desaparecer. La timidez, se vence poco a poco.
Doña coneja, continúa, -Mañana si la maestra pregunta si entendieron, levanta tu pata. Al principio te costará, porque no es usual en ti. Estoy casi segura que alguien más, no captó y necesitarán otra explicación. Ayúdate y ayúdales.
Al siguiente día, Dulce Algodón dice: – ¿Alguien tiene alguna pregunta o duda? Bella Pompón, sentada sobre su tronco, recuerda las palabras de su madre, mientras el corazón le empieza a latir más fuerte que de costumbre, respira entrecortado; entonces… da un respiro profundo, y va levantando su pata delantera derecha. La maestra la ve y le pregunta ¿Tienes alguna pregunta Bella? Ella se sonroja, su pata empieza a temblar y el lápiz se le cae. Con voz un poco temblorosa pregunta. Sus compañeros la vuelven a ver, mientras la maestra, da la explicación respectiva.
Al terminar la clase, sus compañeros, rodean a Bella Pompón para agradecerle lo valiente que fue, porque ellos no se animaban y creían que si preguntaban dejaban de ser “inteligentes”; lo cual es falso. Bella Pompón, decidió vencer su timidez con técnicas de relajación, autocontrol de sus emociones. Ahora, ella es un líder positivo de su clase. Sus compañeros, empezaron a cambiar. Bella Pompón, se enfrentó a ella misma, para ser cada día mejor. Hoy, es más Bella por dentro y por fuera.
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