El niño y su mochila
En una de tantas iglesia que hay en el mundo, se encontraba una señora llorando amargamente. Lloraba con tanto sentimiento que no pude evitar acercarme a ella, para ver cómo le podía calmar, ayudar o consolar. Al acercarme, me vio a los ojos y permitió sentarme a la par de ella. Me quedé en silencio, en calma, no traté de interrumpir su sentir. Solo acaricié sus hombros, para decirle «acá estoy, por si necesita algo». Ella, tomó mi mano y me dijo, Dios muchas veces es malo, no sé porqué permite que a los niños les pasen esas cosas. Era solo un niño. Ella abriendo su corazón, me indicó entre sollozos que lloraba por su sobrino Manuelito de 6 años, el más pequeño de tres hermanos. Lo había matado su propio padre. Sí, su padre, quien se había casado con otra persona.
Con el alma hecha trizas, me dijo que cuando el papá llegaba borracho, buscaba alguna excusa para gritarles, pero que ante los familiares o amigos era un «bolo tranquilo». ¡Qué equivocados y engañados nos tenía a todos! ¡Era tan cariñoso con sus hijos!.
Sus ojos llorosos, los párpados hinchados, los labios secos y un semblante desencajados y su vista perdida en algún lugar, continúa contándome. Hace tres días cuando la «mamá» se dio cuenta que el niño estaba en «su cama» y a pesar de los gritos que le daba para se levantara, no se levantó de inmediato aun sabiendo el trato que recibiría. Ella más enojada se acercó y se dio cuenta que “estaba mal”. Corrió a buscar un teléfono y llamó a los bomberos. Estos llegaron en el menor tiempo posible, y ya nada pudieron hacer por Manuelito, cuenta la apesarada señora.
Sus lágrimas rodaban por sus mejillas, su respiración agitada, sus ojos contaban un suceso que sin siquiera saber la historia, uno la lee, su cuerpo se estremecía de dolor, de angustia, de tristeza, de cólera, al darse cuenta muy tarde de lo que padecía «su Manuelito». Tomó unos sorbos de agua de la botella que llevaba, se limpió las lágrimas con la manga de su blusa y con voz entrecortada, Josefa, que así se llamaba, continuó. Al llegar los bomberos, llegué a «curiosar» que había pasado en el palomar donde alquilábamos unos cuartos. El incidente me impactó tanto que creo que me iba a caer al suelo, fue un choque y un dolor en mi corazón, sentía como se estrujaba, se partía. Mi corazón no creía lo que veían mis ojos. Pensé que era una pesadilla donde los bomberos tomaban fotos de mi Manuelito acostado en la cama. La «mamá» lloraba, se quejaba, gritaba se doblaba de dolor por ver a su pequeño en esas condiciones.
Josefa, entre llanto, sollozos y voz entre quebrada decía, ¡Por qué nunca me dijo nada!, ¡Fue mi culpa que hubiera pasado esto!, ¡Por qué a él!… Momentos de silencio, ni la misma solemnidad de aquella iglesia, pudo romper. Sus ojos se posaban fijamente sobre una imagen, que sin duda, le preguntaba por qué había dejado que sucediera eso, dónde estaba cuando él te necesitaba tanto, era solo un pequeño… seguramente le reclamaba, peleaba con ese Ser Superior que escuchaba todo con amor. Con un fuerte suspiro, regresó al relato, doña Josefa y pupilas se dilataban más al recordar cómo cada parte del pequeño cuerpo de Manuel estaba lacerado, cicatrizado, ¡tenía marcas de zapatos de futbol!, en sus bracitos tenía quemaduras de cigarros, bajo su cuero cabelludo, todavía tenía sangre de heridas no sanadas… una escena realmente desgarradora. Recuerdo muy bien que él agarraba con su mano un tirante de su mochila. Sí, esa mochila que tanto quería a pesar que estaba rota y dentro estaban sus cuadernos de la escuela. Manuelito, tenía puesto el uniforme para ir a estudiar… la lágrimas era como una cascada de llanto. ¿Cómo soportaba aquel dolor? Al calmarse un poco me preguntó ¿Sabe por qué quería ir a estudiar? A lo cual respondí que no sabía. Doña Josefa, dijo, él quería trabajar para ayudar a su papá para que dejara de estar bolo, ayudar a sus hermanitas…
Según relata la hermanita que le seguía en edad, con sus palabras tan sencillas y sinceras, le dijo a un bombero, al preguntarle por qué no habían ido a la escuela y respondió: «Mi hermano, me dijo que no se sentía bien para ir a la escuela”, se acostó en la cama (que nunca tuvo) y se quedó dormido.
¿Esto realmente puede pasar?, ¿existirá este tipo de violencia contra los niños? Saca tus propias conclusiones.
Imagen tomada de http://www.curriculumenlineamineduc.cl/605/articles-29910_recurso_jpg.jpg
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