Acá yace el orgullo…
En una fosa fría, húmeda, en penumbra total, alejado de todo murmullo del vaivén de los transeúntes, se encuentra un ataúd; dentro de este, el cuerpo de una persona que en su vida puedo haber vivido muchos o pocos años. Su fosa tiene una lápida y se puede determinar la edad y su nombre; no así la causa de su deceso. Existen muchas razones sobre su fallecimiento, como la vejez, enfermedad, accidente, asesinato, homicidio, envenenamiento, sobredosis de drogas, violencia física, procedimiento quirúrgico…
El cuerpo post morten, su piel con una palidez donde su lozanía está cada vez más lejana, cada parte del cuerpo rígido, el cual fue preparado con anterioridad para evitar su descomposición, deja de hacer efecto y los fluidos corporales empiezan el proceso natural de la putrefacción.
El olor que emana este cuerpo, se hace cada vez más fuerte, penetrante, ácido y nauseabundo. El deterioro de la ropa con que vistieron a este ser para su último viaje, ya no existe; sus músculos, órganos están disgregados y carcomidos por los gusanos que se reproducen a gran escala. Con el paso de los días, semanas y meses, el cuerpo físico ya no existe, solo quedan partículas de polvo…
Frente a un sepulcro vacío, sin decoración alguna en su interior, donde los cuerpos son introducidos a este lugar sin opulencia alguna, reflexiono. Los títulos académicos, el dinero de las cuentas bancarias, las joyas, los bienes materiales.. todo se queda. Lo único que nos llevamos a nuestro último descanso, es lo que llevamos puesto. ¿Entonces, para qué querer ser mejor que otro en la vida?, ¿Por qué no ofrecer una mano amiga sin discriminar a ninguna persona, si todos somos seres humanos y vamos a terminar en el mismo lugar?
La vida es disfrutar cada momento, es ser feliz con los pequeños detalles que no tienen precio, es bendecir a cada ser humano que llega a nuestra vida, es darle gracias a ese Ser Supremo por el simple hecho de respirar, abrir los ojos y vivir. Vivir, cada día como si fuera el último. Ayudar sin esperar nada a cambio.
Posiblemente, en ese estado inconsciente, donde según estudios científicos los muertos todavía perciben algunos sonidos antes de desconectarse de este mundo; me gustaría recordar todos aquellos momentos donde serví al universo (personas, animales o plantas), revivir la sonrisa de un niño, las bendiciones de un anciano que hice feliz, recordar esas colitas que se movían por agradecimiento por una comida, una planta que vi crecer, aquellos abrazos dados con amor, esas bendiciones que llegaron a mi vida (sin esperarlas), esos momentos que no tienen precio. Todo lo que dinero no puede comprar, los títulos académicos, las clases sociales, sirven para «clasificarte» dentro de sus estándares, pero nunca pueden costearte un abrazo sincero, el amor de una familia, un hogar, una mano amiga…
La vida, esta llena de «momentos» para ser felices, para amar, para disfrutar, para compartir, para servir, para ayudar, para ser mejores «seres» para uno mismo y para los demás. Recuerda, lo externo se queda. El mejor regalo que te pueden ofrecer después de fallecido es una oración por tu ser espiritual. Las flores que «adornan» una tumba ¿para qué? El aroma, su belleza, su color, ya no se pueden apreciar y disfrutar. Todo se tiene que dar en vida. Así que expresa lo que sientes, comparte tus bendiciones con los demás (no importa si es poco o mucho), lo más importante es quede entre la persona y tu. El universo, trabajará por ti.
Tu que estás leyendo esto y si sientes que tienes que cambiar, modificar algo de tu vida, ¡hazlo! nadie más lo hará por ti. No esperes que la otra u otras personas lo hagan, da el primer paso. Recuerda, que no puedes, dar lo que no tienes en tu interior. Sé que algunas veces cuesta expresar los sentimientos, emociones pero realmente vale la pena. No permitas que el orgullo, la avaricia, la soberbia, el egoísmo, la prepotencia, la discriminación, la falta de respeto, el odio… yazcan contigo.
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