Los buenos libros
Autora: Violeta Arredondo
-¿Qué estás leyendo ahora? -le pregunta Félix a Ágatha. Sin dudarlo dos veces, le arrebata el libro que ella sostiene-. ¡No te cansas de estar leyendo! ¡No sé cómo pierdes el tiempo en esto! ¿Te das cuenta del grosor que tiene? ¡Debe ser muy aburrido!
Ágatha le dice: ¿no sabes que los libros deben tratarse con cuidado? Si lo querías ver solo tenías que pedírmelo, no agarrarlo de esa forma tan, tan… brusca. Pudiste haberle roto una hoja.
Félix, todo malhumorado, se lo devuelve sin decirle nada. Ágatha lo agarra con mucho cariño y le pregunta: ¿en verdad, no te gusta la lectura, Félix?
-Bueno, si a leer los chistes que salen en los diarios impresos se le puede llamar lectura, entonces, sí leo. Este tipo de lecturas me gusta -replica Félix.
Ágatha lo escucha y le dice: lo que sucede es que no has encontrado un libro que te guste. Aquel libro que te atrape, que te haga soñar y quieras leerlo completo. Siempre hay un libro que te inicie en la lectura. A mí, mis padres me inculcaron el hábito de la lectura. Si gustas, yo podría ayudarte, solo si tú quieres. No se puede obligar a leer a nadie, porque si no, lo verás como un castigo en lugar de disfrutarlo. ¿Me comprendes?
-Sí -respondió Félix, ya con otra expresión en su rostro. Este niño, de unos 11 años de edad, reaccionó a las palabras de Ágatha.
El niño le dijo: ya que estamos en la biblioteca, ¿podrías ayudarme a seleccionar un libro para tratar de leer?
-¡Por supuesto! -dijo Ágatha-. ¡Para mí, será un gusto iniciarte en el maravilloso mundo de la lectura!
Revisaron libros de todo tipo, grandes, chicos, delgados, gordos, antiguos, nuevos, con imágenes y sin ellas, enciclopedias, diccionarios, libros de todos los colores y estilos en las portadas… hasta que…
Un libro llamó la atención de Félix, como diciendo «mírame», acá estoy, «soy el libro que buscas». Félix lo sacó cuidadosamente de su lugar, era de color naranja, con letras rojas, tamaño media carta, su pasta era dura, como de unas 200 hojas y se titulaba Cuentos para niños. Al ojearlo, lo atrapó de inmediato. Tenía imágenes, y muchas letras, párrafos pequeños y grandes; además, muchos signos de puntuación.
-¡Este es! -expresó el niño.
Ágatha, al ver su expresión y cómo estaba extasiado por aquel libro, muy entusiasmada lo ojeó y le dijo: ¡felicitaciones, hoy es el comienzo de un largo camino de viajes, sueños, creaciones, aprendizajes, aventuras y conocimiento!
Salieron de la biblioteca y se dirigieron hacia un parquecito cercano. Bajo un árbol frondoso, se sentaron. Félix muy avergonzado le pidió disculpas por el mal rato que le hiciese pasar y le hizo una pregunta: ¿te puedo pedir un favor?
La niña, le dijo: ¡claro!, ¿en qué te puedo ayudar? Félix se sonrojó y le dijo: la verdad es que me cuesta leer. No sé cómo hacer las pausas y entonaciones correctas de los signos de puntuación. Nunca leo en voz alta porque me da vergüenza. Si tú me ayudas a…
Ágatha, abruptamente lo interrumpe y responde con mucho entusiasmo: ¡sí, Félix, con gusto te ayudo, serás un excelente lector!
Ese mismo día de verano comenzaron. La vida de Félix cambió para siempre. Ya perdió la cuenta de cuántos libros ha leído. En la actualidad, ya no le interesa el tamaño, grosor, color o tamaño de letra; siempre y cuando sea un buen libro. A sus once años, comenzó hacer su propia biblioteca y cuida de sus libros como a sus mejores amigos. De los buenos libros ha aprendido infinidad de temas, como arte, idiomas, culturas, astronomía, dinosaurios, tecnología, misterios, cocina, jardinería y mil cosas más.
Hoy, Félix se encuentra sentado en su cómodo sofá con sus gafas para leer. Siempre recuerda a aquella niña, quien le enseñó a buscar un buen libro que le cambió la vida para siempre.
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