Molly «La aventurera»

Molly «La aventurera»

31 marzo, 2021 Arte y Cultura Cuentos Escritos varios 0

Molly, la tortuga

Molly, la tortuga, desde muy pequeña se caracterizaba por sus movimientos muy lentos.  Vivía en un estanque de agua dulce, con su familia y amigos. Todos habían nacido y crecido ahí.

Conchita, había llegado de “casualidad” al estanque.  Ella era diferente, tenía la cabeza roja.  No era muy aceptada, porque contaba “cosas raras” de un bosque.  Molly, estaba embelesada con cada historia, y quería conocerlo.   

Molly decidió abandonar aquel lugar donde estaba estancada desde hace muchos años. Con caparazón en la espalda, dio sus primeros pasos, eso sí, lentos pero seguros, para conocer el ¡gran bosque!

Cruzó lagunas y ríos.  ¡Cuántas lunas y soles he visto! -decía Molly.  Estoy muy lejos de llegar al bosque según las indicaciones que me dio Conchita, no desistiré. Estoy decidida a llegar, divagaba esta tortuga.

Llegó a perder la cuenta de cuántos amaneceres y atardeceres vio.  Molly, persistía en conocer ese mágico bosque.   ¡Me duelen mis pequeñas patitas, y mis garras se han resentido bastante! ¡Cómo me gustaría un masaje de piedra pomez y restregar mi cuerpo en la arena! -Suspira, al recordar su estanque. Pensando esto estaba, cuando se quedó profunnnndammmente dormida.

Pasaron algunas semanas más, Molly se ya se había acomodado en ese lugar.  Del cardumen de peces, salió una voz que dijo ¡Hola, señorita tortuga! ¿Qué hace aquí sola?, ¡Tengo años de no ver a nadie de su especie por acá!, dijo un camarón bigotudo.  

¡Hola Sr. Camarón! ¡Me llamo Molly y vengo del estanque del sur! ¿Por qué dice que no ha visto a nadie como yo?, pregunta con curiosidad.

-Te contaré, dijo el Sr. Camarón.  En determinada época del año, vienen grandes monstruos, que caminan erguidos, como el mono, tiran redes en nuestra agua, pura y cristalina, se llevan a nuestras familias y amigos…mueve sus largos bigotes, tristemente dice – “ninguno regresa” … 

Molly, llena de pánico exclama -¡No puede ser!, ¡Lo lamento tanto!  ¡Qué triste! y ¡yo que me sentía muy cómoda en este lugar!  ¡Debo moverme rápido, Sr. Camarón!   Este la vio “correr” lo más rápido que pudo.  Desde ese momento, sus vidas, no se volvieron a cruzar.

Más puestas de sol y muchas lunas más, apreció esta pequeña tortuga, hasta que un día… ¡Santa caparazón!, ¡qué son esos enormes ojos rojos que me ven tan fijamente!  Intentó resguardarse dentro de su caparazón, pero su curiosidad pudo más que el miedo, al ver que este ser verdoso, de piel lisa y patas largas que saltaba por todos lados, la miraba fijamente.   

¡Soy Bianca, la rana!, dijo esta, sin dejar de saltar.  ¡Tú quien eres y de dónde vienes! ¿Qué buscas?, preguntó, dirigiéndose a la tortuga.   Esta empezó a alargar la cabeza y dijo, – Soy Molly, vengo del estanque del sur y me dirijo al bosque.  Bianca, que no dejaba de moverse, riendo le pregunta ¿no te has dado cuenta dónde estás?

 -No, respondió tímidamente.   -¡Estas en el bosque, Molly!, ¡Bienvenida seas!.

Hasta ese momento, Molly se percató de esos ramajes amplios, hojas tupidas de los árboles altos, animales e insectos que nunca había visto.  En cada paso que daba, se maravillaba aún más.  ¡Estaba extasiada, con ese aroma húmedo, cada especie, cada color, esos matices…! ¡Tenía tanto por conocer, aprender y contar!

Pasaron los años, Molly, vio transformar a los árboles pequeños en adultos, conoció diversidad de flora y fauna; disfrutaba las hojas caer y cómo renacían en las plantas, el zumbido de las abejas transportando polen o las orugas en mariposas…

Más lunas y soles pasaron, Bianca y Molly se reencontraron.  Ahora, puedo morir en paz, dijo Molly.  A pesar de mi lentitud, no he dejado de moverme.  Me acomodé algunas veces, pero siempre había algo que me motivaba para hacer o conocer lo que no sabía.  ¡Estoy orgullosa de mí misma!  Bianca, solo agregó -¡Desde hoy, hasta el día de muerte, serás llamada Molly, la venturera!


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