Hemos venido a tus pies
Autora: Violeta Arredondo
Los gorjeos de las aves, posadas en las ramas de los árboles cantaban alegremente anunciando que ese día era especial, y fueron precisamente sus trinos, los que hicieron que me despertase con el corazón hinchado de emoción. ¡Era Lunes Santo!
Sí, un Lunes Santo que como todos los años que tengo noción, espero con amor, hacia las imágenes de mi devoción. Me vestí de negro riguroso para hacer la cola respectiva e ingresar a la iglesia para darle gracias por las bendiciones que Jesús y la Virgen me dieron, me dan y me ofrecerán.
A pesar de la hora, ya había decenas de personas haciendo cola tanto para ingresar al templo como para adquirir los turnos que estaban pendientes o comprar un Turno Espiritual.
Las túnicas de color morado penitente y vestidos negros, se veían por todos lados. ¡Olores propios de Cuaresma y Semana Santa, no podían faltar! Las ventas de artículos religiosos o comida, no podían faltar. ¡Era una algarabía total! Era como un Lunes Santo, en pequeño.
Ingresé a la iglesia, luego de las medidas de desinfección…fue un impacto total al ver al Señor del Lunes Santo, en su anda procesional con una exquisita, elegante, sobria y suntuosa escena evangelizadora. ¡Era una obra de arte! Cada pequeño detalle, fue magnífico. ¡Hasta pequeños gusanos saliendo de las hojas recién comidas! ¡Qué decir de las lagartijas y saltamontes! ¡Un nido con dos pichones y su mamá sobre otra rama! Detalles característicos de la Parroquia.
Por los programas radiales y trasmisiones en redes sociales, sabía que iba a ser especial, pero nunca me imaginé ver esa escalinata para estar a unos treinta centímetros de Él. Me arrodillé casi al subir la última grada, fueron sentimientos y emociones encontrados, mi corazón estaba contrito de emoción, mis ojos se empezaron a humedecer, mis manos por alguna razón, empezaron a temblar… como pude, logré tomar una fotografía. ¡Realmente fue un gran regalo que nos hicieron y nunca olvidaré!
Más tranquila, me quedé por algunos momentos dentro de la iglesia, escuchando los acordes de la trompeta como anunciando que el anda de Jesús iba a ser levantada de su dosel. El tzijolaj y tambor, el sonido de la matraca, me recordaban los Lunes Santo de años anteriores donde nuestra Consagrada Imagen de Jesús de las Tres Potencias, recorría calles y avenidas, dando su bendición a cada persona que salía a su paso. Ahora, somos sus fieles devotos quienes venimos a darle reverencia al Rey de Reyes y a su amantísima Madre, María Santísima.
El tiempo inexorable avanzaba, mi mente divagaba al observar tanto amor, fe, devoción, entrega en cada persona que se postraba frente a Jesús. En más de una ocasión, hubo personas que me preguntaron – ¿Ya no tomó fotos? En ese momento, regresaba y admiraba a las personas de cabello blanco, arrugas en la piel, bastones en mano, subiendo con dificultad cada peldaño hasta persignarse, rezar frente a la imagen que seguramente les vio crecer. En un par de ocasiones escuché dos sollozos de abuelitos que me partieron el corazón, se me hizo un nudo en la garganta y me dieron ganas de llorar con ellos.
¡Cuánta solidaridad, amor, atención y cuidados tenían los cucuruchos designados en la escalinata! Cuando los abuelitos, estaban en el piso decían ¡Dios se los pague! Unos llegaban en silla de ruedas, y los colocaban frente a Jesús.
Las volutas de incienso, hacían aún más místico el ambiente y seguramente cada oración, agradecimiento o petición eran transportadas al cielo.
Con el paso de las horas, cientos y cientos de personas hicieron reverencia ante Jesús. Llegaron niños que saludaban con la mano, padres con sus hijos, madres con bebés en brazos, jóvenes, adultos, mujeres, señoritas, niñas; en fin, de todas las edades, estratos sociales, económicos, culturales, políticos y religiosos. Mi corazón era como una esponja queriendo guardar cada momento, sentimiento, olor, color o vestimenta que se vivía dentro de la iglesia.
¿Qué decir de nuestra hermosa Señora del Lunes Santo? Ella es bella, a pesar del dolor que guarda dentro de su pecho, ataviada como la Reina que es. Los ángeles portaban las representaciones de la pasión de nuestro Señor, y al observar sus lágrimas que recorrían sus mejillas daban ganas de consolarlos. Estoy segura que, si se hubiesen colocado canastos a los pies de la Santísima Virgen, estos se hubiesen llenado en cuestión de minutos y pesado tanto con las oraciones, agradecimientos, bendiciones o peticiones de sus devotos, que ni los Penitentes que la custodiaban, hubiesen podido levantar.
Pasaron las horas, el sol se hizo inclemente, el calor, el hambre y el cansancio se hicieron presentes, pero nada detuvo a los feligreses para hacer una larga fila entre una a seis cuadras y tener ese acercamiento que por meses ansiaban. Un Lunes Santo, diferente, sí. Un Lunes Santo, donde se dejó en claro que la fe y la espiritualidad, es vital para todos.
Los minutos transcurrieron, la luz de la luna alumbró el firmamento y a las personas que seguían haciendo cola para ingresar. Lamentablemente, hubo feligreses que, por las restricciones sanitarias, ya no pudieron ingresar. Sin embargo, decidieron quedarse en el atrio o en la plaza frente a la iglesia para saludar desde dejos a su Jesús, a su Nazareno, a Jesús de sus ancestros, al Amor de sus amores.
Las puertas de la iglesia se cerraron, el frío se hacía sentir en la piel, y la luna seguía expectante desde lo alto. Afuera, había gran emoción y anhelo por ver que el anda de nuestro Nazareno fuese levantada de su dosel y saliera al atrio a impartir su bendición.
El concierto de Marchas Fúnebres, dio inicio. Muchas personas lo escuchaban a través de sus dispositivos móviles, fue ahí, donde comunicaron que la C.I. de Jesús de las Tres Potencias no saldría a dar su bendición al atrio de la iglesia. Eso no hizo desistir a sus fieles que anhelaban verlo por última vez. Nadie se inmutó.
En la baranda del atrio, había una persona de cabello blanco, que siguió estoica durante el Concierto de Marchas Fúnebres, hasta que… ¡Las puertas se abrieron al compás de Ternura Infinita! Automáticamente, todos se levantan, vuelven sus miradas hacia el interior de la iglesia, muchos con celulares en mano para capturar ese último momento del Lunes Santo.
¡Cuántas lágrimas más rodaron en las mejillas, cuántos corazones latiendo al unísono! Emociones y sentimientos, que solo un devoto puede comprender.
¡Rodilla al suelo!, Jesús de las Tres Potencias, da su bendición a los compases de la granadera. Momento místico, donde solo las luces del anda y reflectores de los medios de comunicación estaban encendidos y aquella música sacra que llenaba el ambiente con sus acordes.
¡Un Lunes Santo, donde tus devotos hemos venido a tus pies mi amado Jesús!
Imágenes tomadas por Violeta Arredondo. Agradeceré dar los derechos de autor.
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